En una isla donde el mar se tiñe de siete colores, nació un soñador.
Se trata de Xavi, un joven de San Andrés,
que aprendió a muy temprana edad que el corazón y la fe en sí mismos, puede llevarnos lejos y superar cualquier obstáculo, que no importa cuán grandes sean los retos, pues cuando se tiene una pasión como la que él siente por el fútbol y se tiene un espíritu tan libre como el suyo, cualquier sueño puede hacerse realidad.
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“Yo nací para jugar al fútbol”
, afirma con certeza, pues desde
aquel torneo escolar en el que marcó su primer gol de penalti
, supo que este deporte sería su camino y su forma más genuina de encontrar la felicidad.
Xavi entrena con disciplina y enfrenta la vida con alegría a pesar
su parálisis cerebral espástica
, diagnóstico que, lejos de ser un obstáculo, se convirtió en el impulso que lo hace patear con fuerza, pero que, sobre todo, lo hace perseguir su mejor versión.
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Tres veces por semana, entrena con sus compañeros con la firme intención de aprender y crecer, porque para él, el fútbol no es solo un deporte, es su forma de decirle al mundo:
aquí estoy, y puedo hacerlo.
En la Olimpiada Especial Fides Compensar, donde más de mil atletas con discapacidad se reunieron, Xavi figuró como un ejemplo de coraje y perseverancia.
“Si perdemos, no estamos perdidos…
Vamos con toda la próxima vez
”,
afirma con esa convicción que solo los verdaderos campeones poseen.
Más allá de jugar fútbol, Xavi le enseña a su generación que las grandes victorias no siempre se miden en medallas, sino en las ganas de seguir adelante.
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Gracias a estos espacios promovidos por Compensar, Xavi y muchos más jóvenes pueden seguir haciéndole pases a sus sueños en cada partido. Estas olimpiadas tienen un efecto transformador, no solo entre los deportistas, también en los entrenadores y espectadores, quienes descubren en estos pequeños verdaderos líderes.
Esta inspiradora historia es la demostración de que, cuando en la vida se juega con el alma,
no hay límites que valgan.